
Que vivimos en una época de sexualidad abierta y liberal no es una sorpresa para nadie, al menos en lo que al mundo occidental se refiere. No hay duda de que este tema siempre ha sido una cuna de inspiración para muchos artistas, tal y como es una de las razones vitales del ser humano, fuera cual fuera en la era en que vivió (diablos, se podría decir que es la inspiración de cualquier hijo de vecino, aunque no tenga ni la más mínima noción de arte); y poco importa la disciplina, pues pintura, escultura, o cualquier otra manifestación artística se puede ver impregnada de elementos sexuales o eróticos, unas veces sutiles y otras no tanto.

La cuestión es: ¿hemos llegado un momento en el que lo que creamos es literatura con sexo? Es lo que muchos se preguntan cuando vemos el gran auge de la novela erótica, que también puede ser romántica con algunos elementos eróticos, o directamente sexual con escenas de alto voltaje. Y bueno, si hablamos de lecturas eróticas, en realidad es algo tonto en plantearse si tiene que haber en ellas escenas de sexo candente, ya se diría que viene implícito. Y que la cosa está en que estas escenas están saliendo del marco de esta categoría, y pasando a otros géneros que las añaden a sus tramas; aunque, hay que decirlo, no siempre con buen acierto. Porque ¿es necesario saber describir sexo para ser un buen escritor, o sólo se le pide esto a los escritores de erótica? Esta duda es la que plantea cierta discrepancia entre los autores de distintos géneros, y donde no se acaban de aclarar.
Los videos porno ya han adoptado muchas formas en estos días, ciertamente: libertad sexual en la sociedad, películas de contenido erótico, videos porno online… y ya sólo quedaba que llegara a la literatura. Que, oye, tampoco es que sea nuevo, porque desde el antiquísimo Cantar de los Cantares hasta el reciente Grey, grandes obras de la literatura han estado basadas en el amor y la sexualidad; sólo se podría apuntar a la forma de contarlo actual como una diferencia. El sexo, la pornografía y el erotismo es algo que forma parte de nuestra esencia humana, ha inspirado las más grandes obras de arte, y a veces la línea entre una y otra cosa es tan delgada que de verdad es muy difícil distinguirla. Es verdad que la gente ahora está muy acostumbrada a tener todo esto a alcance de la mano, y e incluso de forma gratuita; y claro, es fácil acostumbrarse a ese despliegue de sensualidad que nos rodea, y que a veces ya ni notamos gracias a su cotidianeidad.
Voces más tradicionales dicen que la literatura de ahora puede parecer demasiado sexual; y, sin embargo, hay autores que realmente se esfuerzan en crear clímax intensos en sus obras, sabiendo que eso atraerá al público, siempre y cuando lo hagan bien. Porque, de hecho, todo el mundo tiene en mente qué clase de escena de sexo le gusta, pero no todo el mundo tiene la habilidad de plasmarla en papel. Si eso hace mejor o peor escritor, no se sabe, pero sí que eso puede ser proporcionar al éxito de un libro. Porque, por muy convencional que sea un escrito, es indudable que cualquier trama que contenga un tufillo a erotismo siempre es una buena baza; y si el género de literatura erótica está disfrutando de una época dorada o no, eso sólo el tiempo y el público lo dirá.